sábado, 19 de mayo de 2012

12.- Visitas inesperadas.

Cuando Héctor descorrió las cortinas toda la habitación se iluminó repentinamente, dejándolos a todos incapaces de ver a su alrededor. Tardaron un rato en acostumbrarse a la claridad. Cuando lo hicieron pudieron ver la habitación mejor. La habitación tenía el techo muy alto, y era de lo más espaciosa. Sus paredes cubiertas de libros daban una sensación de amplitud, de claridad y de paz. El suelo estaba cubierto por una alfombra de color azul marino tan desgastada como la cortina. No había muchos muebles, tan solo dos sillones estilo victoriano tapizados en rojo, y una pequeña mesa de té en el centro de estos. Nadie hablaba desde la entrada al túnel, pero esque Alex y Miriam no se podían creer lo que veían.
-¿Qué os parece chicos?- Dijo Héctor para romper el hielo.
-Me encanta.- Contestó Miriam tras unos minutos de silencio.- Nunca había visto una biblioteca con tantos libros. A mi me encanta leer, y esto es como un paraíso para mi.
-Sabía que te gustaría.- Y Héctor se acercó a Miriam hasta colocar una de sus manos encima de su hombro derecho.- A tu madre le encantaba, y tu eres igualita a ella.
Miriam se sonrojó y bajó la vista hasta el suelo. Hector apartó la mano y se dirigió a la ventana.
-Si, es un lugar increíble, después de que vuestros padres se conociesen podían pasar horas y horas aquí leyendo.
-Hector, si conociste tanto a nuestros padres, ¿por qué no nos cuentas algo sobre ellos?-Quiso saber Alex.
Héctor se apartó de la ventana lentamente y miró a Alex.
-Todo a su debido tiempo, ahora es la hora de bajar, tenemos visita.- Y se encaminó hacia la puerta.
-¿A qué se refiere?- Quiso saber Miriam.
-Parece que las noticias vuelan muy rápido en estos reinos.

domingo, 1 de abril de 2012

11.-La nueva habitación.

Cuando todos terminaron sus desayunos se levantaron y llevaron sus respectivas bandejas a la cocina. Esta era pequeña y cuadrada. Olía raro, como a humedad, pero no pudo identificarlo bien. Los únicos rayos de luz entraban por una pequeña ventana situada al lado de lo que en su día pudo ser la puerta trasera, por la que entraban y salían los sirvientes. La cocina contaba con un hornillo, un fregadero y una pequeña despensa casi vacía. En el centro una mesa de trabajo y al lado de la puerta de servicio una pequeña mesa cuadrada con cuatro sillas.Miriam y Alex dejaron sus bandejas en el fregadero y regresaron de nuevo al salón de baile, sin hablar en todo el trayecto. Allí, junto a la chimenea esta vez apagada, estaba Héctor esperándoles.
-Veo que no habeis tenido problema para encontrar la cocina.
-Bueno solo había que bajar unas escaleras.-Respondió Alex con un poco de sarcasmo.
-¿Cuándo empezamos las clases? -Dijo ella impaciente.
-Antes os quiero enseñar algo que creo que os va a gustar.-Susurró Héctor emprendiendo el camino hasta uno de los laterales de la gran sala.
Héctor se puso frente a la pared vacía y tirando de una pequeña manivela cubierta de polvo, esta se movió y un hueco con la altura necesaria para que pudiesen pasar sin encogerse apareció.
-Os presento el secreto que solo los dueños del castillos saben.
Héctor fue hasta la mesa donde había una pequeña vela gastada y la encendió con una cerilla que había junto a ella. Se colocó de nuevo delante de ellos adentrándose lentamente en el hueco de la pared. Entonces Alex y Miriam se dieron cuenta que se habían quedado solos.
-No tengáis miedo, esto es seguro.-Dijo una voz.
Y cogiéndose de las manos, como el día anterior habían hecho en el túnel, se encaminaron hacía la oscuridad dejándose llevar por la emoción.
Por lo que pudieron ver, gracias a la luz de un candelabro que había en una de las pequeñas mesas puestas en la sala, era una sala muy grande. Tenía el techo muy alto, con las paredes cubiertas con estanterias llenas de libros, lo que le recordó a la biblioteca de la casa de Henry.
Héctor fue hasta la única pared que no tenía estanterías y abrió las cortinas color azul marino, al igual que la alfombra.
-Bienvenidos a la biblioteca del castillo. Espero que os haya gustado.

sábado, 24 de marzo de 2012

10.- Su vestido.

Y aunque a Miriam le gustaba estar de nuevo en el hogar donde había nacido y había pasado unos días antes de que se la llevasen, solo de pensar en sus padres buscándola y sufriendo por ella se entristecía. No tardó en bajar a desayunar, pero cuando había abierto el armario había encontrado un precioso vestido con una tarjeta colgada en la que ponía su nombre, con una cuidadosa caligrafía, y a continuación ponía "Ponte este vestido, estarás mejor". Tal y como ponía en la tarjeta descolgó el vestido y lo miró atentamente. Era un vestido no muy largo que le llegaba por debajo de las rodillas, de mangas cortas. Era de seda, color malva y caía por sus piernas como una cascada de agua. Se puso sus sandalias y se dispuso a salir por la puerta cuando se dió cuenta de que no se había cepillado el pelo. Se volvió y por primera vez desde que había llegado a la habitación se fijó en que junto al armario había un precioso tocador Victoriano del mismo color que el armario y la cama. Se sentó en la silla y abrió el primer cajón de la derecha. De él sacó un cepillo dorado y mirando su reflejo en el espejo empezó a cepillarse los cabellos. Los tenía bastante enredados, a causa de que había estado durmiendo. Cuando terminó volvió a guardar el cepillo en el cajón. Decidió entonces abrir el segundo cajón, pero se dio cuenta de que estaba cerrada con llaves y se levantó para ir a desayunar. Aunque parecía que no le importaba el cajón cerrado, si le importaba y decidió preguntarle a Héctor sobre el asunto, por si podía proporcionarle más información. Se levantó, miró nuevamente su ropa situada sobre la cama y se dirigió a la puerta. Aferró el pomo dorado, estaba frío y resbaladizo como el hielo, lo giró lentamente y empujó la puerta. Cuando volvió a cerrar la puerta empezó a escuchar las voces de Héctor y Alex hablando, pero no pudo entenderlas. Por su cabeza se pasó la idea de mirar las habitaciones del pasillo, pero en ese momento su estomago rugió. Pensó cuantas horas llevaba sin comer y se acordó que desde el picnik con su familia y empezó a bajar las escaleras. El posamanos era de roble también, por lo que Miriam se había dado cuenta la mayoría de los muebles de ese lugar lo eran. Bajo lentamente escuchando como Héctor le contaba a Alex todas las anécdotas de los años en los que vivió junto a su padre. Terminé de bajar el tramo de escaleras y me colé entre la puerta del comedor. Ambos me miraron.
-¿Qué tal has dormido?- Preguntó Héctor con una taza de té en la mano.
-Bien.-Respondió ella dando unos pasos y sentándose en la mismo silla en la que se sentó la noche anterior.
-Es... Estás muy gu... guapa con ese ves... vestido.-Tartamudeó Alex mirándome y bajando la mirada cuando ella le miró.
-Gra...Gracias.-Pudo decir Miriam.-Estaba en mi armario y pensé que me quedaría bien.
-Pu..Pues has pensado bien.-Dijo, y en su boca se dibujo una leve sonrisa.
-Pues me alegro de que hayas dormido bien, porque nos espera un día muy largo.-Interrumpió Héctor poniéndose de pie para ir a dejar la taza en la cocina.
Miriam empezó a comer lo que había en su bandeja intentando acallar los rugidos incesantes de su estómago.

sábado, 17 de marzo de 2012

9.- Su habitación.

Oscuridad. Lo único que en ese momento Miriam podía ver. Intentaba recordar lo que había hecho ese día, pero eran demasiadas cosas. Recordaba una caída, un chico guapo y alto, un gato que habla, su casa en el tronco hueco de un gran árbol. También podía recordar la historia de su familia, la huida, y finalmente el castillo. Recordaba voces, la de un chico, que aunque acababa de conocer, sabía que era Alex por todas la cosas que habían pasado juntos ese día. Recordaba otra voz. La de Héctor, más cálida y ronca que la de Alex. Ahora podía recordarlo todo. Habían estado durante la noche hablando en el salón de baile, luego habían pasado al comedor. Éste era un tanto más pequeño que el salón de baile, pero más cálida y acogedora. Esta habitación tenía chimenea, pero en el centro tenía una larga mesa rodeada por dieciocho sillas, todas de madera de roble. En el techo dos lámparas de araña colgaban como a punto de caerse. El suelo era de mármol, las paredes de color violeta al igual que la tela que cubría la mesa. Esta habitación solo tenía dos ventanas que comunicaban a al parte trasera del castillo. Habían entrado y se habían sentado, Héctor había estado fuera un tiempo, en el cual Alex y Miriam no se habían hablado. Al cabo del tiempo Héctor regresaba con unas bandejas en las manos y las dejó sobre la mesa. Todos habíamos permanecido en silencio hasta terminar y cada uno había ido a la habitación que Héctor había dicho. Y ahora lo podía recordar, se había tumbado en su cama y se había quedado dormida al instante. Pero todavía era de noche, no podía ir a ningún lado. Entonces decidió quedarse en la cama y reflexionar sobre todo lo que había pasado en aquel día tan extraño. Solo podía pensar en una cosa, ¿sus padres la estarían buscando? No podía soportar la idea de que sus padres estuvieran buscándola, y ella tranquila en la cama del castillo. Tampoco podía imaginarse que fuera una princesa, que realmente toda lo que había vivido esos años fuera mentira. Todos los recuerdos junto a su familia, todo los momentos felices y los tristes, todo ¿podría ser mentira? Todavía no le entraba en la cabeza. Entonces como si no se lo esperase, cerró los ojos y entró en un sueño profundo. Abre los ojos. Le parece que solo ha estado durmiendo unos minutos, pero ahora es de día. Por la ventana entra mucha claridad que le molesta. Parpadea varias veces, e intenta incorporarse. Se pone en pie, notando en la planta de sus pies el frio suelo, y se dirige a la ventana. En ese momento se da cuenta que su habitación es la que está en la torre más alta, y mira hacia abajo, donde el día anterior habían estado. Entonces golpean en la puerta.
-Adelante.-Dice Miriam sin mirar la ventana.
Se abre la puerta con un fuerte crujido y aparece la cabeza de Alex.
-Te he escuchado caminar y he decidido decirte que el desayuno está preparado.
Me miro la ropa y veo que no llevo mis vaqueros y mi camiseta, llevo un precioso camisón de seda azul.
-Cuando me cambie. Gracias por avisarme.-Dice girando la cabeza hacía Alex y sonriéndole.
-No hay de que. Pero date prisa, Héctor quiere empezar con sus clases de lucha.

sábado, 10 de marzo de 2012

8.- Héctor.

Miriam miraba atenta que ardía libremente en la gran chimenea. Todavía seguía pensando en todo lo que había sucedido ese día. Después de que Héctor les hubiera dejado sin aliento y con la mente en blanco tras su aparición, les había llevado hasta el salón principal del castillo, en la segunda planta. Habían subido hasta allí en silencio y sin mirarse. Habían entrado por la gran puerta de entrada, que era más grande de lo que parecía y más vieja. Esta había crujido tras su paso, como dándoles la bienvenida de nuevo a su hogar después de tantos años fuera. El vestíbulo era muy grande y espacioso. Tenía una puerta a la derecha y otra a la izquierda, éstas eran más pequeñas que la de entrada, pero más bonitas y nuevas. La de la derecha estaba cerrada, aunque se morían de ganas de ver que se escondía detrás, se resistieron. La de la izquierda estaba un poco abierta, pero estaba a oscuras y no se podía ver nada desde donde ellos estaban. Subieron por unas escaleras que estaban situadas en frente de la puerta principal. Se habían encontrado en un largo pasillo poco iluminado, con una alfombra desteñida en el suelo color bergoña, con muchas puertas a ambos lados. Giraron a la derecha y Miriam pudo contar tres puertas antes de llegar a una puerta un tanto diferente a las demás. Esta era un poco más grande que las demás. Al igual que había podido ver tenía el pomo dorado. Entraron a una gran sala con un techo muy alto, incluso más que el del vestíbulo, y una gran cristalera que daba a la terraza. Las paredes que no tenían ventanas estaban decoradas con grandes pinturas de paisajes, y retratos de antepasados. Majestuosas  lámparas de araña colgaban del techo y una gran chimenea se alzaba en la pared más alejada de la puerta, a la derecha. Encima de ésta estaba el retrato que les había enseñado Henry, más grande y bonito que la fotografía, enfrente de la chimenea dos sillas moradas, como las cortinas que estaban recogidas a cada lado de las ventanas, y a su lado un sillón orejero del mismo color. Allí ahora mismo lo recordaba todo, y espectante estaba mirando el retrato de su madre, mirando el increíblemente parecido, y lo feliz que era en ese momento.
-... y cuando os dieron en adopción y vuestros padres estaban en cama con depresión, yo prometí que nunca me iba a rendir y que iba a esperar en este castillo a que volvieseis. Y aquí estáis para luchar contra el ejército del trueno y salvar a Farnolor.- Dijo con una sonrisa en la boca y mirando a Miriam y Alex.
Miriam no había escuchado mucho aunque lo poco que había escuchado era suficiente.
-Aquí ha habido un error.-Dijo Miriam dirigiendo su mirada a Héctor que había cambiado su cara de felicidad por una de desconcierto.-Hemos venido hasta aquí por error y, por lo menos yo, no estoy preparada para enfrentarme a nadie.
-Yo tampoco soy lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a un ejercito entero y vencer.
-Ya veo que los años que no habéis estado os han sentado muy mal. Yo os entrenaré, después podréis derrotar al ejército y a muchos más. ¿Confiáis en mi?-Preguntó desde la chimenea mirándolos a ambos, esperando su respuesta.
En ese momento ambos sintieron algo dentro que les dijo que debían decir que si a su propuesta.
-Quizás podamos hacerlo,- dijo Alex mirando a Miriam-. Si es verdad todo lo que ha dicho, debemos hacerlo para salvar a los Farnolianos.
-Está bien, pero yo no dejo nada claro, no soy buena luchadora.- Dijo Miriam mirando esta vez a Héctor a los ojos.

sábado, 3 de marzo de 2012

7.- El castillo

Alex y Miriam no cabían en su asombro cuando se acostumbraron a aquella luz del sol. Habían estado caminado durante un rato a oscuras y ahora se sentían libres por fin. Durante el camino los dos habían estado intentando imaginar el lugar al que conducía aquel túnel, pero nunca habrían imaginado semejante cosa. Estaban frente a un inmenso castillo, un poco deteriorado por los años, pero seguía siendo precioso. El túnel había conducido hasta una especie de terraza, con grandes árboles y plantas. El castillo era alto, desde conde estaban ellos parecía que la torre más alta podía incluso tocar el gran cielo azul. El castillo tenía tres torres, la del centro la más alta, pero las otras dos eran también altas, de unos veinte metros aproximadamente cada una. Una puerta similar a la del túnel, pero más alta y nueva era la principal de el castillo y en la que se podía ver más dorado que en la del túnel. El castillo tenía muchas ventanas, unas veinte pudo contar Miriam. Las baldosas del suelo se estaban rompiendo a causa de las raíces de los árboles, pero se podía andar todavía por ellas. El castillo tenía pinta de estar deshabitado, y si así era, ¿por qué Henry les había conducido hasta él? Alex no se lo podía explicar. Estuvieron un tiempo en silencio, no sabían si había sido durante unos segundos o unos minutos, pero Miriam fue la primera en decir algo.
-Este lugar me es familiar y no sé por qué.- Giró la cabeza hacía Alex para poder ver su expresión.- Yo he dibujado este lugar, hace unos meses, soñé con él y lo dibujé.
-¿Cómo es posible? Se supone que de aquí nos fuimos con apenas un año.
-¿Y qué? Puede que, lo recordase.-Dijo Miriam, aún sin creérselo.- Puede que durante ese año que vivimos aquí, lo observase durante mucho tiempo y esa noche lo recordase...
-¿Y cómo es que yo no lo recordase? Se supone que yo viví también aquí.
-Pues yo tendré más memoria, no lo se.- Y Miriam emprendió el camino hacía el castillo.-Vamos, tenemos que ver si hay alguien, e intentar entrar.
-Pero, ¿como va a haber alguien? ¿No ves que está abandonado? Puede que desde que nuestros padres murieron nadie se ha atrevido a vivir en ese lugar.
-¿Y si no es así? ¿Y si todavía hay alguien dentro esperando a que la profecía se cumpliese y nosotros llegásemos? A lo mejor es por eso por lo que Henry nos ha traído hasta este lugar.- Miriam se volvió, miró a los ojos a Alex y empezó de nuevo a caminar hacia el castillo.
En ese momento la puerta del castillo se abrió, Miriam se paró en seco y se volvió para mirar lo que Alex estaba haciendo.
-¿Qué hacemos?-Preguntó Miriam con miedo en los ojos.
-Debemos continuar, mirar a ver si hay alguien o ha sido el viento. Ya no podemos volver.
Entonces de la puerta, como llevado por el viento, salió alguien. "¿O algo?" Pensó Miriam. Era un ser raro, tenía la cabeza y el torso de un hombre pero no tenía piernas, sino patas de caballo. Y gritando y corriendo se acercó a ellos. Estaba desnudo, salvo por un taparrabos situado estrategicamente sobre sus partes y un arco en su mano derecha. Tenía el pelo corto, negro como el carbón y llevaba un gran anillo de oro en el corazón de la mano izquierda.
-¡Habéis venido! ¡Sabía que vendríais!- Cogió a Miriam de la cintura y la llevó hasta Alex. Los abrazó a los dos como si los conociese de toda la vida.- ¡Nunca perdí la esperanza y aquí estáis los dos! ¡Sanos y salvo! ¡Y nos salvaréis!
-Perdón por la arrogancia, pero, ¿quién eres?- Preguntó Alex sin aire a causa del abrazo.
-Soy yo, Héctor, vuestro padrino.- Dijo como si aquello fuera tan claro.- ¿No me recordáis?

sábado, 25 de febrero de 2012

6.- La puerta.

Durante veinte minutos corrieron sin detenerse, sin mirar atrás, y tras ese tiempo Miriam se detuvo.
-¿Qué te pasa? No hemos llegado aun, nos queda un rato creo.-Dijo Alex mirando a ninguna parte.
-Estoy, cansada.-Dijo Miriam jadeando por la carrera.
-Pero aun no se ve luz, y ¿si nos están buscando? ¿Y si vienen por el pasadizo? Vamos, el tiempo es oro.-Alex tiró de la mano de Miriam, pero ella no se movió.
-Estoy, demasiado, cansada. Sigue solo.
-No puedo, estamos juntos en esto y no te voy a dejar sola.-Dijo sacando algo de un bolsillo de su pantalón.-Toma esto, es una barrita energética. Te vendrá bien para reponer fuerzas.
Miriam la cogió sin rechistar y la devoró. Después de eso no es que se sintiera menos cansada, pero con eso podría seguir un poco más hasta llegar al final de ese gran túnel.
-Creo que podré continuar.-Dijo empezando a caminar de nuevo.
Esta vez no fueron corriendo, iban a una marcha que los dos se sentían bien. No hablaron en todo el camino, pero ese silencio lo decía todo. Habían caminado durante diez minutos cuanto, al final de ese pasillo, empezaron a ver luz, luz solar. De la alegría salieron corriendo hacia ella sin saber lo que se iban a encontrar al final. Llegaron a una gran puerta de madera, era muy vieja por eso dejaba pasar unos rayos de luz. Era cuadrada, de dos puertas, con el poco y las bisagras de oro. Impulsado por la impaciencia Alex cogió el pomo y lo giro.
-Está cerrada. Hemos estado esos treinta minutos andando para nada, nos vamos a quedar aquí y por no volver por si están esperándonos vamos a morir de hambre y consumidos por gusanos vamos a desaparecer y a ser olvidados por todos...
-O podríamos mirar bajo esa piedra.-Dijo Miriam señalando a una roca situada a la derecha de la puerta.
-Si ese era el plan B.-Y Alex bajó hasta la piedra para poder verla mejor.
Miriam y Alex se pusieron a tocar toda la roca, y como si de una película se tratase, bajo la roca encontraron una gran llave de oro.
-Supongo que esta podría servir, ¿no?-Dijo Miriam poniendo la llave en alto.
-Quizás no sea la llave que buscamos.
-Bueno, podríamos intentarlo.-Dijo Miriam dirigiéndose hacía la puerta para probar la llave.
Miriam y Alex se levantaron y cogieron los dos la llave. Se colocaron frente a la puerta e introdujeron la llave en la cerradura. La hicieron girar dos veces hasta que escucharon un "click" y supieron que ya estaba abierta. Alex miró a Miriam y esta también lo miró. Después de unos segundos de silencio, bajaron la vista.
-¡Aya vamos!-Dijeron al unísono.
Entonces tomaron el pomo de la puerta y lo giraron.
Quedaron cegados por la intensa luz que les sorprendió y cuando sus pupilas se acostumbraron, quedaron impresionados por lo que vieron tras la puerta...

sábado, 18 de febrero de 2012

5.- La biblioteca

Esta habitación era más grande que las demás, y mucho más alta que el salón principal. Sus paredes estaban enteramente recubierta de estanterías llenas de libros. En el centro de la habitación había una mesa redonda con una lampara en el centro. Esta habitación esta mejor iluminada porque todo el techo estaba lleno de pequeños puntos.
-¿Qué son esos puntos?- Preguntó Miriam, mirando al techo.
-Estrellas.- Dijo Henry como si fuera lo más normal del mundo.
-¿Estrellas?- Dijo Alex dirigiendo la vista hasta Henry.
-Si, ¿no tenéis en La Tierra?
-Tenemos lámparas, no estrellas, las estrellas están en el cielo.- Dijo Miriam volviéndose hacia Sara.- ¿Y el libro que nos querías enseñar?
- Esperad que lo busque, sentaros en las sillas.
Todos se sentaron alrededor de la mesa dejando una silla vacía para que Sara se sentase. 
En ese momento llegó Sara y colocó sobre la mesa un gran libro que hizo levantar polvo con el que empezaron a toser todos. El libro era gordo y viejo, tenía la tapa marrón en la que ponía "Familia real 1898-1998" con letras doradas.
-Este es el más nuevo, en él salen muchas familias incluyendo la vuestra.- Dijo abriendo el libro por el índice y buscando entre los diferentes títulos.- Ajá, página 342.
Buscó la página y empezó a leer:
Familia Cumb, 1987-2002: Ben Cumb se casó con Alba Moure en 1956, con esta tuvo su primer hijo Alexandre Cumb en 1995, el mismo año en el que nació Miriam Louke la hija de Marie Louke con la que se casó en 1996 despues de la muerte de Alba por una enfermedad poco conocida. Miriam y Alex tubieron que ser dados en adopción por la escasez de alimentos en 1995, pero no pudieron ser recuperados, ya que Ben y Marie murieron al año siguiente en los calabozos del castillo de la Reina del Trueno. Pero la profecía dice que los herederos del trono regresarán para liberarnos de la esclavitud y vencer al ejercito del trueno.-Levantó la cabeza.- ¿Queréis que siga?
-No hace falta ya sabemos suficiente.- Dijo Miriam.
- ¿Os aclara algo? - Preguntó Henry esperando que alguien dijera que si.
- La verdad, sí. Porque por más que viese a mis padres no me veía igual a ellos, y ahora veo el retrato del rey y me veo a mi.
- Digo lo mismo, y también los diferentes sueños que tenía de un gran bosque y un castillo ya veo que no eran producto de mi imaginación.
En ese momento la puerta se abrió de golpe sobresaltando a todos y entró Lucia, la hija de Sara y Henry.
-¡Mamá! ¡Hay gente arriba! ¡Los escucho andar!
En ese momento escucharon como el perchero de arriba caía al suelo.
-¡Ya están aquí! ¡Corred tenéis que iros!- Exclamó Sara.
Henry se aproximó a la mesa y apretó el  botón de la pequeña lámpara del centro. En ese momento la mesa se movió hacia la derecha dejando a la vista un gran agujero con unas escaleras poco iluminadas. 
-¡Corred! Y no os paréis seguid hasta el final.- Grito Henry.
-Pero...- Se quedó a medias Alex.
-No preguntes y corre, estás aquí.
Entonces Alex cojió a Miriam de la mano y bajaron corriendo las escaleras. Se perdieron el la negrura del pasillo y no volvieron la vista atrás.

sábado, 11 de febrero de 2012

4.-La casa-árbol

Miriam estaba impresionada. Por fuera aquel tronco vacío parecía muy pequeño, pero aquello no era verdad. Después de entrar por esa apertura en el tronco, había una pequeña habitación poco iluminada en la que solo había una percha de madera maciza con unos pocos abrigos y dos o tres sombreros. En el centro de esa pequeña habitación un agujero excavado en el suelo, con forma escalonada, llevaba a las demás habitaciones de abajo. Bajaron todos en silencio, mirando cada rincón de ese túnel tan bien excavado y todos los cuadros que estaban colgados en él. Llegaron a una habitación, esta más grande que la primera, de la cual partían una serie de ramificaciones que partían a cada habitación. En esta había una mesa con cuatro sillas y tres sillones pegados a una pequeña chimenea. La habitación parecía una madriguera, pero a pesar de que allí vivían gatos, era alta y no hizo falta de que se agacharán. Todas las luces estaban apagadas, porque la chimenea daba la suficiente luz. Se sentaron en los sillones y no tardó en llegar la mujer de Henry.
-Henry, Lucia ha dicho algo de unos humanos, ¿qué pas...- Una preciosa gata blanca con manchas marrones, se quedó petrificada al ver a Miriam y Alex ante la chimenea.
-Sara, he encontrado a los príncipes, a los herederos.- Dijo Henry levantándose del sofá.
-¿Ellos son?- Dijo ella alejándose a otra habitación.
No tardó mucho en llegar, esta vez traía un pequeño papel en la mano y la tuvo en la mano unos minutos. Miraba unos pocos segundos el papel de su mano y levantaba la cabeza poco a poco para mirarlos a aquellos dos desconocidos que esperaban a que dijera algo.
-¡Es verdad!- Exclamó pasándole la foto a Alex.
Alex tomó el retrato de un hombre y una mujer y se sorprendió al ver que era él. Lo mismo pasó cuando Miriam cogió el papel y se vio junto a él.
-Pero este soy yo.
-Y yo también.- Dijo Miriam pasándole la foto a Henry.
-No exactamente, son vuestros padres en su boda.- Explicó Henry.
-Esto imposible.- Dijo Alex negando con la cabeza.
-¿El qué es imposible?- Preguntó Henry acercándose más a él.
-¡Qué después de todos los años que he creído que mis padres eran mis verdaderos padres se hayan ido a la basura porque todos vosotros me habéis que estos dos desconocidos son mis padre!- Dijo volviéndose hacía la chimenea.
-¿Pero no lo estás viendo?¡Somos idénticos a ellos!- Dijo Miriam cogiendo el retrato de las manos de Henry.
-Todavía no me puedo hacer a la idea. ¿Pero mis padres de la Tierra no lo sabían?- Preguntó Alex mirando a los grandes ojos de aquel gato.
-Sabían que no erais suyos, porque los Farnolianos decidieron daros en adopción y ellos os adoptaron, pero no saben que sois hijos de reyes y menos que sois de Farnolor.
-Venid conmigo,- dijo Sara- tengo unos libros del árbol genealógico de los reyes de Farnolor os los puedo enseñar si queréis saber más. ¡Lucia!¡Trae la llave de la biblioteca!
De una de las ramificaciones salió una pequeña gatita blanca, con un collar rosa que le entregó una llave a Sara y se fue corriendo de nuevo a su habitación.
Todos se fueron detrás de Sara hacía la ramificación más lejana. Al abrir la puerta, una gran habitación con las paredes recubiertas de libros los invitó a entrar y perderse en cada uno de ellos.

sábado, 4 de febrero de 2012

3.- Henry

Después de llevar andando unos diez minutos Miriam todavía no podía asimilar los echos. Había cerrado los ojos después de su caída, eso lo sabía, pero todavía no sabía si todo aquello era un sueño o realmente estaba pasando. Seguía mirando a aquel chico, Alex, era alto, apuesto y simpático. Tenía modales, por lo que podía pertenecer a una familia adinerada, pero todavía no tenía suficiente confianza como para preguntarle nada, así que él empezó ha hablarle a ella.
-Entonces, ¿tú tampoco sabes como has llegado hasta Farnolor?- Preguntó directamente, como si ya se conociesen.
-La verdad es que no, pisé una raíz que sobresalía del suelo y me caí. Eso es lo único que recuerdo antes de despertarme en este lugar.- Dijo ella mirando al suelo para no volver a pisar nada.
-A mi me pasó una cosa parecida, pero yo en vez de caerme con una raíz, pasé junto a dos árboles y me caí. No se con qué tropecé pero me hice un poco de daño en el tobillo.-Dijo mirándose el tobillo.
-¿No sabéis de verdad que hacéis aquí, ni quién os ha llamado?- Preguntó el gato parándose en seco.
-Pues no.- Dijeron los dos a unísono.
El gato se volvió sorprendido por la respuesta de los humanos.
-¡Porque nos invaden!-Dijo el gato poniéndose en pie y mirando a uno y a otro.-¿El ejercito del trueno está invadiendo Farnolor y vosotros dos no lo sabéis?
-Pero, ¿nosotros dos que tenemos que ver con los Farnolianos?Somos dos humanos y vosotros sois...-Preguntó Alex, pero fue interrumpido por el gato.
-¡Claro que sois dos humanos pero sois los únicos que podéis ayudarnos!
-Pero, ¿por qué?-Preguntó esta vez Miriam con cara de asombro y mirando directamente a los grandes ojos de ese extraño gato.
-¡Porque sois los herederos del trono!Pero veo que no os lo merecéis, ya que ni siquiera habéis oído hablar de nosotros.
-¿Cómo vamos a ser nosotros los reyes de este lugar si somos personas y no animales?-Preguntó Alex dando una vuelta con los brazos abiertos para señalarlo todo.
-¡Oh Dios!¡Porque lo habéis heredado!
-¿Pero entonces somos hermanos?-Preguntó Miriam que llevaba un rato escuchando sin hablar.
-No, tú eres  hija de la reina,-dijo señalando a Miriam y dirigiéndose a Alex dijo- y tú eres hijo del rey pero parte de otro matrimonio.
-¿Y podremos conocer a nuestros padres?-Preguntó Miriam entusiasmada.
-No, ellos murieron hace unos años...-Dijo el gato mirando al suelo.
Entonces Alex miró a Miriam a los ojos por primera vez en todo el tiempo que llevaban andando y ambos pudieron ver como si se conociesen de antes. Estuvieron así un rato, hasta que el gato habló:
-Anda, vamos que se nos va a hacer tarde y no quiero que el ejercito del trueno nos encuentre aquí sin armas.-Dijo mirando al cielo y echándose a andar.
Todos comenzaron a andar. El trayecto no fue muy largo, ya que lo pasó contándole a Alex todo y escuchando a Alex hablar de la suya.
Al cabo de unos quince minutos llegaron a un gran árbol y en vez de esquivarlo e irse, el gato paró.
-Ya hemos llegado,-dijo el gato- no es tan grande como las de los humanos, pero es bonita y espaciosa.
Se dirigió al tronco del árbol y dio tres golpes, seguidos de cinco más. Después la puerta se abrió y se pudo ver la silueta de otro gato, esta vez más chico.
-¡Papá!-Dijo.-Ya has vuelto has tar...-Paró al ver humanos.
-Tranquilo son amigos.-Se volvió e hizo un gesto con la mano.-Pasad, y por cierto mi nombre es Henry.
Y el gato se perdió en el luminoso umbral de su casa.

sábado, 28 de enero de 2012

2.- Farnolor

¿Dónde estaba?
Esa era la típica pregunta que te haces cuando te sientes perdido, cuando estás en un sitio al que nunca habías ido.
Todo había cambiado, los árboles, el césped, la luz solar, hasta el canto de los pájaros sonaba diferente en aquel lugar. ¿Estaría soñando? Se preguntaba una y otra vez Miriam.
Ahora no había oscuridad, todo era luz y flores, no como antes.
Se dio media vuelta, para volver, pero cuando lo hizo calló en la cuenta de que no sabía como iba a volver. Aquello no era la entrada del bosque en el que había tropezado, era un claro de algún otro bosque. Pero, ¿cómo había llegado hasta allí?
Si lo supiera podría volver, pero no sabía nada.
Decidió no alterarse porque podría ser peor, así que decidió sentarse en el suelo para reflexionar sobre el asunto. Respiró hondo unas cuantas veces. Y decidió gritar. Gritó todo lo fuerte que pudo y después de eso se tranquilizó mucho más. Se levantó de nuevo y se dirigió a un grupo de rocas alineadas formando unos pequeños escalones de piedra en los que se podía sentar perfectamente.
De pronto escuchó un ruido de pisadas, como el que había escuchado antes de tropezar, y se escondió detrás de la roca. Cogió un palo, que no estaba a más de medio metro de ella, con los pies y salió de su escondite muy despacio y sin hacer ruido. Se disponía a preguntar que quién había, cuando alguien se adelantó.
-¿Hay alguien ahí?- Preguntó una voz masculina.
Salí de mi escondite para averiguar quién había dicho eso, y justo delante de ella, encima de una pequeña colina, había un niño. Era alto y guapo, y en esos momentos me miraba como si hubiera visto un fantasma.
-¿Quién eres?- Preguntó Miriam, esperando una respuesta concreta.
-¿De donde has salido tú?- Preguntó él.- ¿Cómo has llegado aquí?
-He preguntado yo primero.- Dijo Miriam, un poco enfadada.
-Soy Alex, ¿y tú?
-Yo soy Miriam y no sé como he llegado hasta aquí.
-Yo tampoco, pero yo encontré a alguien.
-¿Hay alguien más?- Preguntó Miriam esperanzada.
-Bueno... no es exactamente una persona...
-¿Entonces qué es?- Preguntó, ya un poco nerviosa.
De repente, de detrás de él, salió un gato
-¡Qué bonito!- Se acercó al gato para acariciarlo, cuando dijo:
-¿Y tú quién eres?
Miriam se quedó paralizada. Un gato le acababa de hablar.
-Yo también reaccioné así.- Dijo Alex, mirándola de forma comprensiva.- Dice que esto es Farnolor, y que son Farnolianos.
-Pero, ¿hay más animales parlanchines?- Preguntó Miriam estupefacta.
-Pues si. Hay montones y dicen que nos necesitan.

viernes, 20 de enero de 2012

1.- El descubrimiento...

Porque le encantaba ir al campo en ese momento no tubo qué decir.
Esta historia comienza como cualquier otra, con una protagonista, pero esta todavía ni se lo figuraba.
Se dirigió al coche con su mochila, en ella llevaba lo inevitable, su cámara, su móvil y una linterna por si a sus padres se les ocurría quedarse hasta más tarde. Era domingo y brillaba el sol como ningún otro día, parecía que el sol se alegraba de que se marchase. Se dirigía junto a sus padres al campo, donde tenían un pequeño terreno que no tenía más que unos árboles que formaban la entrada de un bosque y un llano. A ella, Miriam, le encantaba ir pues tenía una maravillosa cámara nueva y quería estrenarla.
El trayecto duró una media hora, que su padre se tiró contando sus historias, pero llevaba los cascos y no les prestó atención. Cuando llegaron todo le parecía desconocido, y con razón, no venía desde los cuatro años y acababa de cumplir los quince.
-Miriam, baja la comida.- La interrumpió su madre.- Tu padre y yo pondremos las mesas mientras. Tu hermana te ayudará, ¿Vale?
-Vaale...
Se dirigió a las mesas que sus padres habían montado con unas cuantas bolsas. Las dejó allí y cogió una silla para sentarse a la sombra de un gran árbol.
Esperó un cuarto de hora o cosa así, no lo sabía a ciencia cierta porque su móvil se había quedado sin batería, y por fin sus padres la llamaron a comer.
Cuando terminó de comer se fue hacía el coche para coger su cámara, pero alguien la llamó a su espalda.
-Miriam,- dijo su padre.- No te vayas todavía que tienes que recoger los platos.
-Jooo,- protestó- pero si iba al bosque.
-Pero tu eres de la familia, ¿no? Pues recoge.- Dijo su padre tanjante.
-No te preocupes,- le dijo sus madre al oido,- vete. Yo recogeré lo tuyo. Pero no te lleves la cámara, después te la llevas cuando vayas con nosotros. Y no tardes mucho, que no llevas móvil.
-Vale.
Se encaminó a la entrada de ese pequeño bosque que tanto le encantaba, aunque notaba algo raro en él.
Los árboles estaban dispuestos en un medio circulo, y como los árboles eran altos y frondosos, no se veía mucho más de la entrada.
De pronto, escuchó un ruido a su espalda, como si alguien hubiera pisado una rama.
-¿Hay alguien ahí?- Preguntó, aunque sabía que nadie iba a responder.
Se disponía a encontrar el foco de ese extraño ruido cuando, de pronto, calló al suelo. Todo se le volvió negro, y aunque ella no se dio cuenta de lo que había pasado, había caído al suelo después de haberse enganchado con una raíz que sobresalía del suelo.
Después de haber estado inconsciente un rato, despertó un poco mareada.
Todo parecía diferente. Todo había cambiado...