domingo, 1 de abril de 2012

11.-La nueva habitación.

Cuando todos terminaron sus desayunos se levantaron y llevaron sus respectivas bandejas a la cocina. Esta era pequeña y cuadrada. Olía raro, como a humedad, pero no pudo identificarlo bien. Los únicos rayos de luz entraban por una pequeña ventana situada al lado de lo que en su día pudo ser la puerta trasera, por la que entraban y salían los sirvientes. La cocina contaba con un hornillo, un fregadero y una pequeña despensa casi vacía. En el centro una mesa de trabajo y al lado de la puerta de servicio una pequeña mesa cuadrada con cuatro sillas.Miriam y Alex dejaron sus bandejas en el fregadero y regresaron de nuevo al salón de baile, sin hablar en todo el trayecto. Allí, junto a la chimenea esta vez apagada, estaba Héctor esperándoles.
-Veo que no habeis tenido problema para encontrar la cocina.
-Bueno solo había que bajar unas escaleras.-Respondió Alex con un poco de sarcasmo.
-¿Cuándo empezamos las clases? -Dijo ella impaciente.
-Antes os quiero enseñar algo que creo que os va a gustar.-Susurró Héctor emprendiendo el camino hasta uno de los laterales de la gran sala.
Héctor se puso frente a la pared vacía y tirando de una pequeña manivela cubierta de polvo, esta se movió y un hueco con la altura necesaria para que pudiesen pasar sin encogerse apareció.
-Os presento el secreto que solo los dueños del castillos saben.
Héctor fue hasta la mesa donde había una pequeña vela gastada y la encendió con una cerilla que había junto a ella. Se colocó de nuevo delante de ellos adentrándose lentamente en el hueco de la pared. Entonces Alex y Miriam se dieron cuenta que se habían quedado solos.
-No tengáis miedo, esto es seguro.-Dijo una voz.
Y cogiéndose de las manos, como el día anterior habían hecho en el túnel, se encaminaron hacía la oscuridad dejándose llevar por la emoción.
Por lo que pudieron ver, gracias a la luz de un candelabro que había en una de las pequeñas mesas puestas en la sala, era una sala muy grande. Tenía el techo muy alto, con las paredes cubiertas con estanterias llenas de libros, lo que le recordó a la biblioteca de la casa de Henry.
Héctor fue hasta la única pared que no tenía estanterías y abrió las cortinas color azul marino, al igual que la alfombra.
-Bienvenidos a la biblioteca del castillo. Espero que os haya gustado.

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